W. Pasini
Intimidad significa ponerse en la piel del otro sin perder el sentido de la propia identidad; y al mismo tiempo significa “recibir” al otro en el territorio propio sin sentirse invadido
La intimidad es aquella experiencia humana que consiste en auto-descubrirse confiadamente en compañía de la pareja, cuando esta se comporta empáticamente.
Es la capacidad de compartir con el compañero, nuestras ideas, sentimientos, decisiones de conducta, cuerpo y erotismo, desde lo más auténtico de uno mismo, sin necesidad de ser distinto de lo que se es o se va siendo, y por lo tanto arriesgándose a aumentar la vulnerabilidad personal con el otro.
Es una sensación tan agradable que produce una cercanía inigualable, cada pareja encuentra una manera, un ritmo para vivirla, nunca es permanente.
Se desarrolla a lo largo del tiempo y tiene una secuencia:
- Vinculación-cuidado. Se desarrollan vínculos afectivos complementarios que permiten darse cuidados y atenciones en los órdenes más elementales.
- Comunicación: se desarrolla la capacidad para compartir la atención y capacidad de realizar intercambios de ideas acerca de sus intereses, deseos y valores. Dar opiniones, apoyar proyectos, servir de interlocutor, etc.
- Solución de problemas: Se desarrolla el conjunto de habilidades destinadas a resolver dificultades y a compartir tareas y actividades.
- Mutualidad: se integra lo anterior en unos acuerdos flexibles que permiten una evolución de la relación tal que se va adaptando ante los cambios y las dificultades.
¿Cuándo desaparece o nunca se desarrolla?
El mayor problema para que la intimidad no suceda es el miedo.
Todos somos débiles y vulnerables, necesitamos de estrategias de protección. Cuando nos sentimos más débiles o más fuertes de lo que somos, desconfiamos. De ahí que toda relación amorosa debe defenderse de dos peligros siempre presentes:
- El ataque hacia el otro y
- El ataque del otro.