La palabra compersión fue acuñada por los miembros de la comuna Kerista como parte de su filosofía de relaciones de polifidelidad con varias personas simultáneamente. Definían originalmente la compersion como lo opuesto a los celos, los sentimientos positivos respecto a otras relaciones íntimas de tu pareja.

Hay muchas definiciones de la palabra compersión, pero la idea general es: Alegrarse del placer o alegría de tu pareja con otra pareja.

¿Cuáles son nuestros mundos afectivos? ¿Cuánta gente creemos que nos quiere y a cuántas personas sentimos que contamos para querer? ¿A cuántos amores hemos desechado porque es un “ex”, o “sólo” un amigo, o alguien que está físicamente lejos, o porque es un “antiguo” conocido o amigo, o porque sólo es familia?

¿Cómo nos hemos ido aislándonos de las personas que en distintas épocas de nuestra vida hemos y nos han querido? ¿Para qué nos sirvió hacer eso? ¿Cómo es que hemos tomado esas decisiones? ¿Qué queríamos lograr cuando lo hicimos? ¿Cuántas relaciones de parejas hemos terminado y desechado a la persona involucrada, porque no encajaba con el modelo ideal de amor romántico? ¿Con cuántas personas que nos sentimos atraídos, no desarrollamos ese vínculo porque “teníamos parejas”? ¿Con cuántas personas que nos acostamos decidimos etiquetarlas como que “sólo es sexo” y entonces las desechamos del mundo afectivo?

El amor es un verbo, es una decisión de conducta que tomamos a nivel consciente todos los días de nuestra vida. Cómo tal, es una capacidad que se desarrolla a medida que la practicamos. Si la limitamos a nuestra relación de pareja (o a lamentar que no amo porque no la tengo), nos iremos aislando de una de las características propias del ser humano. Somos individuos-sociales. Nos construimos hacia adentro, en la individualización y nos confirmamos a través de la mirada de nuestros vínculos. Si nos aislamos vamos enloqueciendo como Tom Hank en la película con la Pelota Wilson. 

Esto sucede porque a los seres humanos nos es imposible ver nuestro rostro, sólo lo podemos conocer por un espejo, una foto o algo parecido, entonces nuestros vínculos son los que nos dicen cómo nos ven. La conocida ley del espejo que nos reflejan nuestros amantes. Podrán dar una visión distorsionada o no, pero si tenemos varios espejos vamos reconstruyendo y transformando esas imágenes que los demás nos trasmiten de nosotros mismos.

El concepto de amor así pensado, elegido y vivido nace en el interior de uno mismo y no en la relación de pareja o de otros tipos de vínculos. Tiene que ver siempre con una reflexión y una decisión de vida, de cómo quiero vivir mi vida. Y es importante diferenciar el amar, al de una relación de pareja. Hay amores que no están en una relación de pareja y hay parejas donde no hay amor. Es una manera de vivir en horizontalidad.     

Hay una definición de amor de Jorge Bucay que me gusta: “el amor es trabajar activamente por la libertad de otra persona, para que elija que hace con su vida, aunque no me incluya”. Hay otras definiciones, por ejemplo “El amor es la simple alegría por la existencia de alguien”. Como con los nietos. Creo que hay más que eso, también es plenitud, generosidad, deseo, erotismo, placer, gozo, comprensión, complicidad, cuidado, cariño, ternura, empatía, solidaridad, mutualidad, reciprocidad, humildad, respeto, protección, límites amorosamente firmes, curiosidad, diálogo, pasión, acuerdos, diversión, empatía, equidad, evolución, cooperación, libertad (entendida como libertad de elección responsable, no de hacer todo que se me da la gana), plenitud, inclusividad, etc. Todo esto nos lleva a pensar en la elección por lo inclusivo en los afectos, la vida, la naturaleza y el mundo.

Nada de todo eso incluye jerarquía, violencia, control, celos, aburrimiento, exclusividad, rabia, dolor, sospecha, inseguridad, posesión, prohibiciones, amenazas, suspicacias, maltratos, negación de la realidad, aislamiento, conflictos, exclusión, peleas por quien tiene la razón o cuál es la verdad “de las cosas”, ni defendernos de un enemigo imaginario. La válvula de escape de esta manera de vivir, son la mentira y la desvinculación, que traen consigo el adulterio, la traición, la irresponsabilidad, las culpas, las vergüenzas, los miedos, los silencios y la incomunicación que convierten a los otros en sólo objetos de satisfacción.

Si se elige amar desde la inclusión y no la exclusión o sustitución de los amores, desde lo horizontal o parejo y no las jerarquías y la competitividad dentro de los vínculos, entonces desaparecen la exclusividad y la amenaza y se construyen redes afectivas que si se cultivan llenarán nuestras vidas de armonía, serenidad, bienestar y placer compartido. El amor se construye y se desarrolla paso a paso, todos los días, los vínculos se transforman en infinitos tipos de relaciones, en vez de desecharlos.

Las redes afectivas suman vínculos que se complementan con familiares, amigos, conocidos, los “ex” y los amantes, integrando y consolidando nuestro mundo afectivo.

El Poliamor, si se vive desde el mismo sistema monogámico jerárquico y competitivo, con relaciones apasionadas simultáneas, puede ser mucho más exigente que las relaciones monogámicas convencionales. Nunca se tratará de cuántas personas entran en la relación, sino de qué tipo de interrelación vamos a tener.