Desde la cultura patriarcal se piensa al amor como algo universal y de la naturaleza humana. Esto implica que es inamovible e incuestionable.
Tampoco contempla las diferencias en la educación entre mujeres y hombres en cuanto a lo que significa amar y ser amado.
Entonces, ese “amor” está desligado no sólo del concepto de relación sino también de lo que pasa en las relaciones. Todos los días nos encontramos con relaciones de pareja donde existe violencia y maltratos de todo tipo y sin embargo los miembros de ésta dicen amarse.
Además, encontramos en las estructuras familiares la obligatoriedad de amarse, más allá de lo que suceda o deje de suceder en las relaciones concretas entre sus miembros. Así, encontramos madres sobreprotectoras, doble vinculares o ausentes, padres autoritarios, castigadores o desconocidos, etc. a los que de todas maneras hay que amarlos y cuidarlos en su vejez porque aportaron sus óvulos o espermatozoides.
Todo esto genera confusiones a la hora de definir si amamos o nos aman, podemos estar inmersos en el círculo de la violencia, y justificar ese comportamiento “por el amor que nos une”. Uno de los promotores de la violencia es precisamente esta forma naturalizada, neutral y aséptica de concebir al amor.
El individualismo entendido como la posibilidad de existir sin la influencia del contexto y no como un proceso de desarrollo del ser en la separación e individuación para el crecimiento humano, lleva a otra serie de creencias que emanan de este concepto de amor. Por ejemplo:
- Que la autoestima se trata de amarnos en abstracto y que es independiente de la historia de logros de la persona en su contexto;
- Que la identidad y la autorrealización pasa por la declaración de amarse a sí mismo;
- Que es suficiente amarse para poder amar a otros, desconociendo el incremento desmedido de las personalidades narcisistas;
- Que la felicidad del ser humano es consecuencia del éxito individual y a su vez éste se logra teniendo expectativas o sueños muy elevados;
- Que la educación convencional prohíbe a las mujeres el acceso al amor propio, o que éste se evalúa a través del servicio a los demás, olvidando sus necesidades y metas personales.
- Que la libertad es una propiedad privada y pasa por hacer todo lo que quiero, como si no perteneciéramos a un contexto específico. Que los hombres tienen libertades sociales muy distintas a las de las mujeres en la cultura patriarcal.
- Que los celos son una de las “consecuencias naturales” de amar, en vez de vincularlos específicamente con esta manera de definir al amor y por lo tanto con el tipo de relaciones que ello genera. Por lo cual cualquier emoción incómoda respecto del ser amado tiene que ver con una conducta incorrecta del otro y que es a él a quien le corresponde solucionar esa incomodidad. En vez de reflexionar sobre los miedos a la pérdida o al abandono, o con el propio autoconcepto y autoimagen de la persona, o con el apego a esta forma capitalista y de propiedad privada del mismo concepto de amor, que incluye la idea de que el amor es finito (como un queso).
- Que se compite por el amor porque sólo se puede amar a una persona a la vez, ser buenos y obedientes con el otro puede garantizar esta unicidad, y entonces, hay que huir de cualquier desencuentro de opiniones y de conflictos, porque ellos dejan en amenaza de extinción al vínculo afectivo. Y que en aquel caso de que ya ese vínculo se canceló, entonces la solución pasaría por encontrar a una persona con la cual nos entenderemos perfectamente, pero sin reflexionar cuáles fueron las creencias que lograron terminar el vínculo anterior. Convirtiendo los vínculos en desechables por ser incómodos.
- Que el enamoramiento es la antesala del amor natural, que es el mejor formato que toma el amor romántico y que debe durar para siempre. Se confunden los dos conceptos, y así como se conceptualiza al amor como “natural” y biológico del ser humano, se desconoce la diferencia cultural y social de las diferentes formas que toma el enamoramiento en los hombres y en las mujeres.
Se desconoce que “el amar” es un verbo, es conducta, es una capacidad que se desarrolla al infinito, y que se puede elegir amar a una o más personas que sean armónicas con la definición personal de la calidad de vida que se elija vivir, y no a aquel único personaje que según las expectativas, satisfaga las necesidades. Y en este sentido es obligatorio tener una relación de pareja, sin incluir la soltería como un modelo válido de estilo de vida.
La obligación social de tener una relación de pareja, tanto como con el significado de éxito personal, como de unidad económica estable que brinda la sensación de seguridad e incrementa la fantasía de que el ser humano es controlable y manipulable, genera frustraciones, decepciones, desilusiones y violencias, tanto al interior del ser humano, como en los vínculos afectivos establecidos.
Las necesidades que este tipo de concepto de amor y de relación de pareja amoroso-erótica genera consecuencias tales como:
- El individualismo de corte narcisista
- El consumo de cuerpos y de sexualidad
- Las relaciones desechables
- La negación de toda realidad incómoda que tendría que ser reflexionada
- La felicidad a través de la diversión permanente
- La intensidad como expresión de éxito, con el consumo de alcohol y drogas en abundancia
- Los estereotipos de bellezas eternas sin vida, tanto para la mujer como para el hombre
- La valoración personal a través del cumplimiento de los cánones sociales de moda
- El juicio permanente de lo bueno y malo a través de si es valorado a no por los demás
- La división de las emociones en las positivas y las negativas
- La justificación de cualquier conducta autodestructiva a través de modas tales como el estrés, la ansiedad, la depresión, la baja autoestima, etc.
- El planteamiento de ideales inalcanzables como fuente de frustraciones, confusiones, sometimientos y violencias
Cuando las expectativas de felicidad eterna son puestas en una única persona, se genera un apego a esa “foto”, (es decir, una dependencia afectiva a la expectativa) ello a su vez se convierte en una serie más o menos inalcanzables de necesidades a satisfacer, y por tanto se aceptarán limosnas que calmen parcialmente esas necesidades. Pero la acumulación de limosnas, sólo construyen relaciones miserables que sólo sirven para sufrir.
Si reflexionamos sobre el concepto de amor y transformamos esta idea de finitud y naturaleza, hacia un concepto de amor como capacidad humana en desarrollo, cambia también el concepto de relación afectiva como propiedad privada a relaciones en libertades individuales contextualizadas y en crecimiento.
Se pasa de todos los “deberes ser” a “elijo consciente y responsablemente” para mi mismo y mi entorno. El compromiso, la aceptación de la vulnerabilidad, la flexibilidad, las ideas en los márgenes de la cultura, lo diferente y la diversidad, las contradicciones y las complejidades, los dolores como las antesalas del desarrollo de la sabiduría, la eliminación de los juicios y las comparaciones que separan, el disfrutar y agradecer lo que hay en vez de enfocarnos en lo que falta, entre otros, nos humaniza. Abre una puerta hacia la transformación del ser humano y de la naturaleza.